Informe Histórico y Etnográfico Sobre el Pueblo de Truyés (Trasona, Corvera de Asturias)
Artículo puesto en línea el septiembre de 2004
última modificación el 5 de agosto de 2021

por Jesús Antonio González Calle

Como doctor en Historia y miembro de la Plataforma para la Defensa del Patrimonio Cultura del Corvera, hago entrega del siguiente informe sobre valores históricos y etnográficos del pueblo de Truyés, localizado en la parroquia de Trasona (Corvera de Asturias), ante la posibilidad de que dicha aldea pueda ser arrasada a través de una expropiación para levantar en su solar una urbanización de chalets, un hotel y un campo de golf.
Jesús Antonio González Calle

#LOCALIZACIÓN Y APROXIMACIÓN GEOGRÁFICA

Truyés (43º32’46’’ latitud norte, 5º53’55’’ longitud oeste) está situado a unos 80 m. de altura, a media ladera de la loma que, alargada en sentido noreste-suroeste, marca el límite occidental de la parroquia de Trasona y del propio concejo de Corvera de Asturias con respecto al vecino término municipal de Avilés. La loma de Truyés alcanza su punto más alto en el paraje de El Barreo-Las Canteras, a 94 m., situado a corta distancia al norte de Truyés. Se trata de una elevación de perfiles muy suaves, situándose el pueblo resguardado a mitad de la ladera orientada al sureste.

A pesar de su escasa altitud absoluta, la loma supone un accidente geográfico bastante nítido, constituyendo el punto más alto de la parroquia de Trasona y con una amplia panorámica desde la que se domina toda la ría de Avilés, así como todo el concejo avilesino y buena parte del corverano, incluyendo, por supuesto, toda la parroquia de Trasona y su embalse. De los lugares circundantes, al oeste, el barrio avilesino de Llaranes alcanza los 42 m.; al norte, la desembocadura del río Solís o Alvares en el inicio de la ría de Avilés se produce a sólo 14 m. de altitud, al este Overo y Santa Cruz, barrios situados a orillas del embalse de Trasona, tienen cotas inferiores a 20 m.; y al sur, tras la bajada del Marapico (68 m. en su cumbre), descendemos al populoso barrio de Las Vegas, cuya altitud media es de 30 m.

En relación a la estructura litoestratigráfica, se considera que la loma de Truyés es uno de los tres grandes afloramientos jurásicos del área corverana. Concretamente, se trataría del afloramiento más septentrional, y estaría formado por materiales liásicos que, en principio, comprenden arcillas ocres, rojizas y verdosas, así como bancos de areniscas de grano medio y grueso, calizas pisolíticas y cantos de cuarcita. Estos materiales habrían tenido su origen en un fondo marino, habiendo constituido la loma de Truyés parte de uno de los tres niveles de arrasamiento marino detectables en Corvera, concretamente del más tardío, datable en el Pleistoceno Superior [1]. Este carácter de depósito marino vendría avalado por la abundancia de cantos rodados en la zona, plasmada incluso en la toponimia (existiendo así un paraje llamado Los Cantos al norte del pueblo, en la vertiente noroccidental de la loma, con vista hacia Llaranes).

La red hidrográfica es bastante sumaria, limitándose a un regato que nace en un manantial local y que recorre la falda suroriental del la falda de la loma durante 1’5 km. hasta desembocar en el río Alvares, cerca ya de la ría de Avilés. Con todo, cabe destacar precisamente la riqueza de la zona en aguas subterráneas: además de la fuente en la que nace el regato, a lo largo de la vaguada del mismo hay al menos dos fuentes más, una de ellas conocida como La Lladreda que gozaba de gran popularidad hasta la traída regular de aguas a las casas realizada hace cuatro décadas. Por otra parte, los vecinos señalan la existencia de un manto freático bastante superficial que bajaría desde El Barreo-Las Canteras hasta más abajo del pueblo, que habría provocado algunos socavones en la carretera de acceso al pueblo. En nuestra visita pudimos comprobar, efectivamente, varios afloramientos de aguas muy cerca de la cima de El Barreo que ha favorecido incluso la formación de algunas junqueras próximas a la referida cima. Además, en el propio pueblo de Truyés, cada casa contaba con su propio pozo para el abastecimiento regular de agua.

El entorno de Truyés está constituido principalmente por prados y pastizales. Entre el pueblo y el regato se extienden las huertas de cultivo, sobre los terrenos más fértiles, en tanto que hay algunas manchas de matorral en la zona de El Barreo, donde los suelos son más pobres, hallándose la roca madre a escasos centímetros de la superficie, por más que no se observen afloramientos rocosos notables. La superficie forestal es muy escasa. Hay algo de arbolado en torno a las casas del pueblo, con algunos castaños, matas de roble, nogal y algún eucalipto más o menos aislados en la zona de La Tierra Pequeña (al noreste del pueblo), pero destacaría sobre todo el bosque-galería del regato de Truyés, dominado por algunos grandes álamos, alisos y avellanos, y por un espeso sotobosque de laurel y algunas zarzas. La impresión general es que el paisaje de Truyés se halla muy antropizado, lo que es acorde con el origen antiguo del pueblo, pero sin haber pasado de un estadio de agricultura y ganadería tradicionales apenas alterado, sin que se registren, por ejemplo, plantíos de eucalipto que hayan podido transgredir los usos tradicionales del suelo.

#HISTORIA

A través de las conversaciones con los vecinos de la zona se deduce la existencia de importantes vínculos entre el pueblo corverano Truyés y el avilesino Llaranes (o más exactamente el actual Llaranes Viejo), lo que es perfectamente comprensible dada la vecindad entre ambos lugares (menos de 1 km. en línea recta) y con accesos fáciles entre ambos lugares a través de la suave pendiente de La Reguera y Las Llañadas (Las Niñadas en el mapa topográfico).

Lo cierto es que Truyés y Llaranes podrían haber compartido un pasado común, o al menos paralelo, desde mucho tiempo atrás (y nos estamos refiriendo a las épocas medieval, romana e incluso prehistórica). Los tóponimos Favila y Fafilán, correspondientes a otros dos barrios de la parroquia de Trasona situados a un km. al noreste de Truyés, también apuntan cuanto menos a un origen altomedieval.

##PREHISTORIA

La zona de la loma de Truyés fue frecuentada por grupos de cazadores y recolectores prehistóricos, que debieron valorar la excelente visibilidad de la zona así como la abundancia de manantiales de agua. La disponibilidad de agua no sólo significaba el aprovisionamiento de la misma, sino que atraería a la vez a la fauna de la zona, con las posibilidades que ello ofrecería a la actividad cazadora. En cualquier caso, lo cierto es que en una pequeña tierra de labor, a la entrada del propio pueblo de Truyés se localizó una de las industrias líticas más arcaicas de la comarca: así pues, el denominado "canto tallado de Truyés", hecho en cuarcita, consiste en un "canto tallado de forma unifacial o chopper", cuyas medidas son de 185 x 107 x 43 cm.. Con respecto a su datación, "puede adscribirse, sin problemas, al Paleolítico Inferior" [2], con una antigüedad superior, por tanto, a los 75.000 años antes del presente.

El canto de Truyés no supone una pieza aislada en la zona: se hallaron materiales líticos en la zona de Llaranes, La Reguera y Favila con motivo de la construcción del gasoducto Burgos-Cantabria-Asturias en 1989. Aunque se conocen genérica e indistintamente como "material lítico de Llaranes" o de "Favila", pues en realidad se hallaron en el área del límite entre los municipios de Corvera y Avilés, en lo que entendemos que sería el entorno del barrio de La Reguera, situada justo sobre el límite mencionado a medio camino entre Llaranes y Favila y a 0’75 km. al norte de Truyés. Los materiales en cuestión hallados en dos puntos distintos, consistieron en 3 lascas, 1 denticulado, 1 núcleo y 1 lasca con técnica levallois [3]. Como es sabido, la técnica levallois se asocia a las industrias musterienses del Paleolítico Medio y al Hombre de Neanderthal (75.000-35.000 antes del presente).

##EDAD ANTIGUA: CULTURA CASTREÑA Y ÉPOCA ROMANA

El período prerromano sería la única etapa histórica de la que no contamos con noticias publicadas en la zona de Truyés-Llaranes. En este sentido, los autores de la carta arqueológica ya apuntaron que "un hecho que sorprende es la ausencia de recintos defensivos que controlen el que era el apso entre el centro de Asturias y Avilés, es decir, el valle del río Alvares, que atraviesa las parroquias de Cancienes y Solís", así como Trasona. Aunque se inspeccionaron ciertas elevaciones en la zona de Cancienes, el resultado fue negativo. Sin embargo, según señalaron los arqueólogos en cuestión, "no debe descartarse que puedan existir restos en estos lugares, ya que la prospección se basó, como es habitual, en el reconocimiento de estructuras defensivas o en la aparición de materiales. Defensas efímeras de madera o fosos y taludes ya arruinados pueden haber sido sistemas defensivos hoy irreconocibles" [4].

Más adelante, en el apartado de conclusiones de la carta arqueológica, se indica que "la secuencia de poblamiento en el concejo está completa, con yacimientos correspondientes a todos los períodos. Sin embargo, existen serias diferencias entre los distintos momentos. Frente al Paleolítico y la época medieval, aceptablemente representados, nos encontramos con el megalitismo y la época castreño-romana, poco documentadas (...). Como es lógico, el catálogo de yacimeintos recogido en este trabajo debe estar sujeto a continuas revisiones y añadidos. Una carta arqueológica nunca es una obra cerrada y, pese a constituir uno de los elementos más eficaces para la protección de nuestro dañado patrimonio histórico-arqueológico, no debe servir de única referencia a la hora de prver posibles destrucciones de restos arqueológicos. Se hace necesario que desde la administración se fomenten y alienten los trabajos de supervisión de todo tipo de obras públicas y privadas que puedan afectar a zonas de riesgo, ya que las condiciones geográficas de nuestra región hacen que no sea posible detectar muchos yacimientos hasta que no se haya producido una remoción del suelo [5].

En relación a la zona que nos interesa, en el diario de prospección, en la unidad de prospección nº 3, que abarca toda la parroquia de Trasona y la mitad norte de Los Campos, se indicaba que, como zona de riesgo arqueológico, las "cotas 92, 62 y 51 parecen emplazamientos adecuados para la existencia de recintos fortificados [6].

En suma, habiendo quedado bien documentado el concejo de Corvera en general y el área de Trasona en particular, durante la época prehistórica y la Edad Media, hay en cambio un vacío parcial en las etapas intermedias tal vez debido a un defecto de prospección, así como la extrañeza de que no se haya documentado yacimientos arqueológicos de dichas etapas intermedias a lo largo del valle del río Alvares (que se extiende desde la parroquia de Solís hasta la de Trasona, formando la loma de Truyés su límite noroccidental), no descartándose, en ese sentido, que con el tiempo aparezca algún yacimiento en ese área, y dentro de las zonas de riesgo, citan, en este sentido y en el entorno de Trasona, la cota 92, seguramente el entorno de El Barreo-Las Canteras, que corona la loma de Truyés, al norte del pueblo.


Las consideraciones anteriores hicieron prioritaria la inspección de la zona de El Barreo y Las Canteras, en la referida cima de la loma de Truyés, visita que ha deparado algunas observaciones a tener en cuenta.

Así pues, según adelantamos en la introducción, se trata de la coronación de la loma de Truyés, constituyendo un verdadero mirador natural desde el que se domina varios kilómetros a la redonda: la ría y entorno de Avilés, el valle de Trasona (en gran parte ocupado por el actual embalse), parte del valle de Molleda, etc.

La propia configuración del terreno es significativa. Se trata de una elevación única que en sus últimos metros de altitud se divide en dos pequeños resaltes (conocido uno como El Barreo y el otro como Las Canteras), que configuran en planta una especie de "8".
Ambos resaltes son reondeados y aplanados por arriba, característica común entre muchos castros asturianos, tanto excavados como no excavados. El entorno de ambos puntos aparece dividido en varias parcelas de contornos bastante irregulares, normalmente desarrolladas a lo largo de la pendiente (salvo en el caso de la zona sur de Las Canteras, cuya parte más elevada está ocupada por una parcela única). Desde el vecino barrio de La Reguera, situado al norte y englobado ya en la parroquia avilesina de Llaranes, subía en línea recta un camino actualmente convertido en una densa sebe, que llegaba hasta el costado oriental de El Barreo, desde donde giraba perpendicularmente hacia el oeste, dirigiéndose a Truyés y separando de paso El Barreo (el más elevado, orientado hacia el noroeste y de contorno algo más irregular) de Las Canteras (de superficie más extensa, y orientado hacia el sureste). Los costados norte y este de El Barreo-Las Canteras son los más pendientes, recibiendo la ladera norte el nombre de Los Cantos. En cuanto al costado sur, hemos hallado claros indicios de manantiales naturales de agua, favorecidos por la gran impermeabilidad del terreno, que son susceptibles de haber favorecido la presencia de asentamientos humanos.

Dos reconocimientos realizados sobre el terreno a 31-7-2004 y a 18-9-2004 permitieron constatar que el paraje está dedicado en su mayor parte a prados, si bien en la ladera noroeste hay una espesa formación de monte bajo. La cima tanto de El Barreo como de Las Canteras presenta una serie de oquedades circulares sobre el terreno que, según los vecinos, se hicieron en tiempos antiguos para extraer la piedra con la que se construyó el pueblo de Truyés, y de ahí provendría el topónimo de Las Canteras. Las oquedades aparecen cubiertas por la hierba del prado, sin que se aprecien afloramientos rocosos a simple vista, si bien con una observación atenta se puede constatar el estrato rocoso o piedras sueltas a escasos centímetros del suelo.

Algunas oquedades de dimensiones mayores adquieren contornos alargados, marcando taludes ajustados a la pendiente del terreno, y cabe tener en cuenta la posibilidad de que pudiera tratarse de varios fosos asociados a un presunto asentamiento fortificado. Así, hacia el noreste, detectamos dos notables taludes situados a distinta altura que permanecen prácticamente ocultos por una densa formación de monte bajo; uno de ellos constituiría la estructura conocida como La Carcavona, según testimonios ciertos testimonios orales [7]. Y junto al costado occidental del punto más elevado de El Barreo, próximo al límite entre las dos parcelas que configuran esta zona, existe un llamativo escarpe delante del cual se ha dejado crecer una espesa mancha de matorral y zarzas que ocupan una zona deprimida cuyas dimensiones no hemos podido precisar, pero que por su situación bien pudiera ser un nuevo fragmento de foso.

Sería preciso también comprobar ciertas informaciones orales sobre una construcción sobreexcavada y de contorno rectangular conocida como La Bañerona, situada bajo la ladera de El Barreo que desciende hacia La Reguera y Llaranes, y que podría haber constituido un aljibe que recogería agua de los abundantes manantiales de El Barreo para canalizarla hasta el asentamiento de Llaranes, donde las mismas informaciones hablan de ruinas y cimientos de época antigua o tal vez altomedieval [8].

Finalmente, en la parte de la cima de El Barreo ocupada por la parcela más occidental, en un punto muy próximo al antes comentado escarpe occidental asociado a un posible frangmento de foso, observamos a ras de suelo y perpendicular a la alambrada que separa dicha parcela de la otra más oriental, un débil cimiento de piedra algo menuda y muy arrasado, en sentido este-oeste.


A la hipótesis sobre un poblamiento castreño hemos de añadir los testimonios toponímicos de ocupación romana. En el área de Trasona y Llaranes abundan los topónimos mayores derivados de antiguos possessores latinos que remitirían a la existencia de villae en época imperial: así, Robés, Truyés y Gudín en el área de Trasona, y Llaranes y el propio Avilés en Avilés. De estos topónimos, algunos se basan lingüísticamente en ablativos latinos, tales como Robés o el propio Truyés, cuyo origen vendría de expresiones tipo "in villa rubelliense" (en la villa de Rubellius) o "in villa turulliense" (en la villa de Turullius), del mismo modo que el topónimo Avilés haría referencia a una "villa abiliense" (villa de Abilius). Otros topónimos se forman sobre genitivos tipo -anis, y de una "villa Laranis" (villa de Larus) tendríamos Llaranes, o sobre genitivos tipo -ini, con una "villa Gutini" (villa de Gotinus) de la que derivaría Gudín [9]. También cabe indicar que sobre un acusativo latino en -ana se formaría la expresión "villa Moriana" (villa de Maurus o Morius), de donde proviene el topónimo Moriana (en Cancienes, Corvera), pero seguramente también Las Morianas, paraje ubicado entre Truyés y Overo, y que, en la carta arqueológica de Corvera, se incluye entre los puntos de riesgo arqueológico [10].

Así pues, el origen de los topónimos tanto de Truyés como de su vecino Llaranes remite directamente a Turullius y Larus, nombres singulares de propietarios asentados en época romana que con toda probabilidad tuvieron su residencia en villae situadas en estos núcleos.

Arqueológicamente podemos destacar el hallazgo de "una moneda de cobre de la época imperial encontrada en Llaranes" [11], la cual probaría al menos la conexión toponímica y arqueológica de Llaranes como núcleo de origen romano, e incluso tal vez cierta conexión real con su vecino Truyés.


Finalmente, hay que considerar la vecindad de Truyés con el barrio de La Estrada, situado a 0’5 km. al sur, y cuyo topónimo deriva claramente de una via strata o camino empedrado [12]. En un estudio anterior, aludimos a la posibilidad de que el camino en cuestión se correspondiera con la actual carretera vieja de Avilés a Lugones/Oviedo, todavía en pleno uso, y que un tramo de dicha carretera se correspondiese, a su vez, con una calzada que recorría la cornisa cantábrica reseñada en el Anónimo de Rávena (siglo VII) [13].

De todos modos, La Estrada se halla retirada a cierta distancia de dicha carretera, sobre la ladera del Marapico, la última estribación de la loma de Truyés por el sur, y habría que valorar también la posibilidad de que la via strata pudiera ser el antiguo camino que, desde la actual carretera y por La Estrada, alcanza Truyés y el paraje de El Barreo-Las Canteras (el emplazamiento donde hemos visto que podría haberse situado un castro), para ramificarse después, hacia el norte, en dirección a Llaranes, Favila y Fafilán [14]. Esta identificación podría verse avalada por el propio origen latino de los topónimos de Truyés y Llaranes, que requerirían necesariamente vías de comunicación desde su origen. Por otra parte, los vecinos de Truyés nos han relatado cómo en tiempos no muy lejanos parte de las mencionadas ramificaciones del camino al norte de El Barreo se privatizaron y se incorporaron a fincas limítrofes, y que la anchura de algunos tramos era superior incluso al de la actual carretera de acceso al pueblo.

Solamente un estudio de detalle de la red de caminos de la zona podría contribuir a identificar la via strata en cuestión.

##ALTA EDAD MEDIA (siglos VIII-X).

La continuidad del poblacimiento en la zona de Llaranes y Truyés entre las Edades Antigua y Media quedan aseguradas por restos arqueológicos al menos en Llaranes Viejo. Nos referimos concretamente a la ventana prerrománica, monolítica y ajimezada, de la ermita de San Lorenzo de Cortina en Llaranes, templo que tuvo carácter parroquial hasta comienzos del siglo XVII [15]. La ventana ha sido estudiada por varios autores, tanto historiadores locales como expertos en arte prerrománico [16], y apunta a que la antigua villa romana de Larus, en Llaranes, se habría consolidado como asentamiento hasta generar este templo en época altomedieval.

Con respecto a la antigua villa de Turullius, el actual Truyés, no contamos con restos arqueológicos de esta época debido a que su consolidación como núcleo de población fue más débil, sin que se sepa que generase nunca alguna iglesia o ermita que pudiese proporcionar indicios arqueológicos. De todos modos, hay muchas probabilidades de que Truyés continuase habitado entre los siglos VIII-X, pues en este período la ocupación del área de Trasona parece incluso intensificarse: los topónimos de los muy cercanos lugares de Favila y Fafilán derivan de distintas formas de un nombre propio, Favila o Fáfila, que respondería a un nuevo possessor, si bien no se trata de un nombre latino (como era el caso de Larus y Turullius), sino de un nombre germánico que tuvo cierta difusión en los siglos altomedievales (recuérdese a uno de los reyes asturianos, Favila, hijo de Pelayo, que reinó entre 737-739), cayendo en desuso a partir de los siglos centrales de la Edad Media [17].

##PLENA Y BAJA EDAD MEDIA (siglos XI-XV)

A partir del siglo XI, el cada vez mayor volumen documental conservado en diversas instituciones eclesiásticas asturianas e incluso en algunas instituciones concejiles y organismos dependientes de la Corona, permite localizar documentalmente numerosos individuos y lugares de la geografía asturiana. De este modo, contamos con referencias escritas sobre Llaranes desde el siglo XI, y de Truyés desde el XIII, lo que, evidentemente, no implica que estos lugares no se hallaran poblados desde tiempos anteriores, tal como hemos venido sosteniendo a través de los indicios toponímicos y arqueológicos ya comentados en los apartados anteriores.


Con respecto a Llaranes, su territorio, parcial o totalmente, pasa a integrarse en los dominios de grandes familias aristocráticas plenomedievales. De este modo, entre los numerosos bienes donados por Osorio Froilaz, Pelayo Froilaz, Elvira Froilaz y Mayor Froilaz, todos ellos hijos de Fuela Osórez, a la Iglesia de San Salvador de Oviedo, a 8-4-1086, se incluye, "in territorio de Gauzone, villam que dicitur Leranes ab integro, cum suis familiis", entendiéndose como Gauzone no sólo el actual concejo de Gozón, sino toda la antigua demarcación medieval que, con el mismo nombre, incluía también Carreño, Avilés, Corvera, Illas y Castrillón [18].

Sin embargo, el resto de las referencias apuntan a pequeños y medianos propietarios. Así, la siguiente noticia sobre Llaranes, del 15-1-1291, nos indica cómo Alfonso Fernández y su mujer Aldonza Yáñez, "moradores en Leranes", junto con Juan González de la Texera y Aldonza Bona, moradores en Avilés, venden una tierra en Entrepeñas (San Cristóbal de Entreviñas?) al ferrero Nicolás Yáñez y su mujer María Yáñez, igualmente moradores en Avilés [19]. No mucho tiempo después, a 23-11-1331, María Yáñez, hija de Juan Peláez de las Alas y de Juana Alfonso, y mujer de Fernán Martínez, reconoce que en el testamento de su padre se legaba a ella y a sus hermanos Pedro Yáñez y Juana Alfonso la suma de 6.000 maravedís, "e la casería de Laranes, assí commo la lavrava Alffonso" y unas viñas en el arrabal avilesino de Rivero [20]. Finalmente, nos consta que los Reyes Católicos, por carta dada en Palencia, a 9-9-1475, otorgan una gracia a Juan de Llaranes el mozo, vecino de la villa de Avilés, perdonándole por el asesinato de Diego Carnero, vecino del concejo de Avilés, tras haber servido Juan de Llaranes por su cuenta y durante 6 meses en el ejército de los referidos monarcas que hizo frente a la invasión portuguesa de aquel año [21].


De modo paralelo, contamos con algunas referencias escritas sobre Truyés en esta época. La primera es bastante significativa, pues un individuo llamado Martín Peláez de Trullés asiste como testigo, en marzo de 1266, al acto por el que Pele Miguélez de Juncedo y su mujer son reconocidos como vecinos del concejo de Avilés. El apelativo "de Trullés" indica claramente que este Martín Peláez viviría o sería oriundo de Truyés; con respecto a su condición social, tal vez fuera la misma que la de otros testigos del mismo acto, entre los que figuran algunos individuos calificados como caballeros [22].

Un siglo después, a 9-2-1350, nos encontramos con que María Rodríguez, monja en el monasterio ovetense de Santa María de la Vega, y su hermano Diego Rodríguez, realizan un intercambio por el cual la monja entrega a su hermano una viña en Sabugo (Avilés), recibiendo a cambio la parte o porción que le correspondía a su referido hermano en "los heredamientos, techos e lantados que son en conçello de Corvera, en lugar que dizen Trullés, e en sos términos" [23]. La referencia nos sirve para confirmar que al menos en el siglo XIV, y seguramente desde mucho tiempo antes, Truyés configuraba un asentamiento bien definido, con sus propios "términos", explotados y compartidos por varios propietarios (de ahí la alusión jurídica a heredamientos), con referencias genéricas a usos agrícolas del suelo (al citarse los lantados, es decir, cultivos), y unos edificios e infraestructuras (a los que se alude como techos).

##EDAD MODERNA (siglos XVI-XVIII)

Apenas se han publicado fuentes documentales que puedan contribuir al conocimiento en detalle de la historia de Corvera en general y de la parroquia de Trasona en particular. De todos modos, uno de los linajes nobles más importantes del área corverana en la Edad Moderna parece haber tenido importantes posesiones en el área de Truyés, tal vez conseguidos por intercambio con el monasterio de Santa María de la Vega.

Así, por un lado, los derechos adquiridos indirectamente en el siglo XIV por el monasterio de Santa María de la Vega en Truyés por medio de la monja María Rodríguez, no vuelven a figurar en la documentación moderna del monasterio, por más que se documenten posesiones de este cenobio en otros lugares de Corvera [24].

Por otro lado, con respecto a los Rodríguez de León, constituyen un linaje de origen leonés que se asentó sucesivamente en Oviedo y en Avilés y Trasona (Corvera) durante la segunda mitad del siglo XV. En Trasona levantaron el palacio que da nombre al lugar conocido precisamente como El Palacio. El primer líder de la familia asentado en la zona de Corvera fue Rodrigo Alonso de León, siendo significativo que en 1512 adquiera algunas tierras en Trasona por intercambio precisamente con el monasterio de Santa María de la Vega [25]. Y cuando el mismo Rodrigo Alonso otorga su testamento, fundando de paso el mayorazgo de su linaje, en 1539, menciona bienes en una serie de lugares, la mayoría localizados en el concejo de Corvera y especialmente en la parroquia de Trasona: entre ellos, cita concretamente casa(s) en un "Tralles" que seguramente no es otra cosa que el actual Truyés [26].

##EDAD CONTEMPORÁNEA

Durante los últimos siglos, Truyés parece haber conservado su carácter de pequeño núcleo rural, sin experimentar crecimiento de ningún tipo por localizarse en un área marginada de las principales vías de comunicación de la zona. Habitado de continuo por unos tres vecinos, las mejores fuentes de información son los diccionarios geográficos, censos y nomenclátores.

En relación a los diversos diccionarios geográficos del siglo XIX, el de Francisco Martínez Marina (1800), el de Sebastián de Miñano (1826-29) y el de Pascual Madoz (1845-50) registran invariablemente Truyés entre los lugares habitados que configuran la parroquia corverana de San Vicente de Trasona. Mientras que los diccionarios de Martínez Marina y de Miñano aparece el nombre notablemente deformado como "Trubiés", en cambio Madoz recoge ya la grafía actual de "Truyés" [27]. Por lo demás, ninguno de estos autores realiza una descripción por somera que sea del pueblo en cuestión.

Ya entrado el siglo XX, y concretamente desde 1930 tenemos datos individualizados sobre las características demográficas de Truyés, cuya población ha venido descendiendo gradualmente según indican los siguientes datos [28]

 Año 1930: 25 habitantes 3 viviendas.

 Año 1940: 24 habitantes 3 viviendas.

 Año 1950: 18 habitantes 3 viviendas.

 Año 1960: 22 habitantes 5 viviendas.

 Año 1970: 13 habitantes 3 viviendas.

 Año 1981: 17 habitantes 4 viviendas.

 Año 1986: 12 habitantes 4 viviendas.

 Año 1991: 12 habitantes 4 viviendas.

 Año 2000: 11 habitantes

Estas noticias pueden complementarse con algunas descripciones contenidas en diccionarios geográficos y enciclopedias:

"Truyés; caserío a 3’7 km. de la capital [del municipio], con 18 habitantes y 3 viviendas, en diseminado" (año 1959) [29].

"Truyés. Caserío de la parroquia de San Vicente de Trasona (Corvera de Asturias). Dista de la capital municipal 3’7 km., y su censo es de 22 habitantes" [30].

La primera referencia que destaca los valores paisajísticos de Truyés se contiene en una guía turística de 1993, donde se contempla este pueblo como uno de los principales alicientes visuales del entorno del embalse de Trasona [31]:

"Continuando nuestra ruta desde Santa Cruz, el primer contacto que establecemos con la parroquia de Trasona es la hermosa panorámica de su embalse, lugar de esparcimiento y ocho del municipio, al que dedicamos un capítulo en esta guía. La panorámica se verá acentuada si por una carretera que parte a la izquierda de la compuerta nos acercamos a Truyés, pequeño pueblo rodeado de praderías que conserva toda su ruralidad".

Pero será en la última descripción publicada del pueblo de Truyés, en el diccionario geográfico publicado por el periódico La Nueva España, donde se resalten definitivamente los valores históricos, etnográficos y paisajísticos de Truyés [32]:

"Truyés. Casería de la parroquia de Trasona (Corvera). Está soituada en lo alto de una loma, a una altitud de 60 m. Dista 3’7 km. de Nubledo, y posee una población de 11 habitantes. De caserío muy concentrado, conserva dos paneras y un conjunto de dos hórreos adosados. El topónimo Truyés tiene su origen en un antropónimo romano (villa Turulliense=villa de Turullius). Es accesible a través de un desvío de la pista asfaltada que desde Trasona conduce al embalse de Trasona"
[Pie de foto] "Truyés, parroquia de Trasona, Corvera) presenta un caserío muy concentrado en lo alto de una loma".

De todas las reseñas indicadas, destacaremos cómo hasta pasados los años centrales del siglo XX el pueblo venía a estar constituido por tres hogares, lo que coincide con la percepción mental que tienen aún los habitantes residentes en el pueblo, de que éste estuvo constituido antaño por tres caserías: Ca Viña, Casa Colás y Casa Falón. Según Dulce Barrios, la residente actual de mayor edad (77 años) en Truyés, habría sido un abuelo suyo, Nicolás, de quien proviene el nombre actual de Casa Colás; además, nos ha manifestado su opinión de que, mucho tiempo atrás, los de Casa Colás y los de Ca Viña debieron configurar un mismo núcleo familiar, pues hay multitud de parcelas de tierra en la zona de Truyés que aparecen divididas entre estas dos caserías.

A las tres caserías tradicionales vino a incorporarse, desde la década de 1970, una casa más, construida en el núcleo del pueblo por una rama de la familia de Casa Colás; cabe indicar que por las mismas fechas otra rama de la misma familia inició la construcción de otra casa, algo más apartada y junto a la carretera de acceso al pueblo, y que, aunque habitada, su construcción está aún incompleta.


Dentro de la pequeña historia reciente de Truyés no hay muchas anécdotas a recordar. Según Dulce Barrios, la gran mayoría de las tierras del pueblo habían pertenecido a los condes de Peñalver entre finales del siglo XIX y la primera mitad del XX; cabe advertir que estos condes descendían de los Rodríguez de León, el linaje noble más importante de Trasona en los siglos anteriores y que, según hemos visto en un apartado anterior, ya poseían, efectivamente, importantes posesiones en Trasona [33]. Habría sido a lo largo del siglo XX cuando los vecinos de Truyés y otros habitantes de la parroquia de Trasona consiguieron acceder a la propiedad de las tierras que trabajaban comprándolas a los Peñalver.

Como anécdota puntual más importante se remonta a los meses inmediatos al final de la Guerra Civil en Asturias, en torno a 1937, cuando un vecino de Truyés, concretamente un hijo del Nicolás que dió nombre a Casa Colás, segando en el pueblo de Los Gabitos (también integrante de la parroquia de Trasona), halló un objeto que no pudo identificar pero que se trajo a Truyés. Lamentablemente, resultó ser una granada "alemana" que explotó, provocando una gran grieta en Casa Colás e hiriendo mortalmente al tío de Dulce Barrios, la cual todavía se acuerda de que aquella granada "era como un huevo, blanco y rojo, y con una especie de soporte" [34].

#VALORES ETNOGRÁFICOS

##DESCRIPCIÓN DEL PUEBLO

Todo el caserío de Truyés aparece concentrado en una quintana, en la que las casas se alinean siguiendo las curvas de nivel del terreno y orientadas hacia el sur. Las dos paneras existentes se disponen frente a sus casas respectivas, en tanto que los dos hórreos unidos marcan un eje transversal en el centro del pueblo, disponiéndose de costada con respecto a su casa de referencia. Desde las épocas romana y medieval, las construcciones de Truyés han experimentado diversas transformaciones puntuales hasta quedar plasmado su aspecto actual.

La carretera actual de acceso se corresponde sólo parcialmente con el último tramo del camino antiguo que, desde La Estrada, conducía directamente a Truyés, según se aprecia bien en la fotografía aérea del "vuelo americano" de 1956-1957. Tras la construcción del embalse de Trasona, se hizo una pequeña carretera entre La Estrada y dicho embalse que, más o menos en la mitad, deja un desvío que integra los últimos metros del antiguo camino antes de llegar a Truyés por el suroeste. Dicho desvío concluye descendiendo entre la vivienda y los hórreos de Casa Colás, justo en el centro del pueblo. En el extremo oriental del mismo se sitúa Casa Falón, y en el suroccidental, Ca Viña.


Comenzaremos destacando que Casa Colás es el conjunto que ha llegado con menos transformaciones hasta nuestros días, y consta de vivienda (la casa propiamente dicha), cuadra y dos hórreos unidos.

La casa tiene una pequeña rampa de acceso hecha en mampostería, y comprende un piso bajo de piedra, con la puerta de acceso y una ventana, ambas con dinteles de piedra, y otro piso elevado de ladrillo y entramado de madera donde se abren dos balcones adintelados con elegante rejería metálica y sin voladizo. Cabe destacar algunos pequeños detalles como el llamador de metal de la puerta.

Adosada a la vivienda y ligeramente adelantada se extiende la cuadra, de piso bajo y construida en piedra, con algunas reformas en ladrillo datables a comienzos del siglo XX (principalmente en el portón de entrada). Su costado meridional, en contacto con la casa, parece haber sido un machón que sugiere que al menos la zona meridional de la cuadra estuvo originariamente abierta en su fachada principal. Del actual portón de madera podemos destacar los clavos, de amplias cabezas redondas floreteadas.

Perpendicular a la casa se localiza el singular conjunto de los dos hórreos unidos. Sobre un murete de piedra se levantan los cuatro pegoyos de cada hórreo así como una subidoria común de acceso a un tillao con corredor de balaustres torneados asimismo común, y sobre el que se levantan las dos cajas de ambos hórreos, separadas por un pasillo que atraviesa transversalmetne el tillao por el centro. El conjunto se completa mediante un tornaaguas trasero y una cubierta rectangular de carácter igualmente común para los dos hórreos. Todavía hay consciencia entre los dueños de Casa Colás del inicial carácter independiente de ambos hórreos (de hecho se aprecian diferencias formales entre la puerta del más occidental, dividida en casetones con particiones diagonales, y la del más oriental, que es lisa) y de su posterior unión en un momento impreciso tal vez a finales del siglo XIX. La peculiaridad de esta asociación entre hórreos ya ha sido resaltada por algunos estudios y reseñas bibliográficas [35].

Debido a la tragedia ya reseñada de la explosión de una granada en la Guerra Civil, la estructura de la vivienda de Casa Colás quedó relativamente dañada. Aunque siguió habitada durante algunas décadas, a partir de 1970 las dos herederas de la casería optaron por construir, según veremos, dos casas independientes: una dentro del núcleo del pueblo y otra próxima al mismo.


Adosada a la cuadra de Casa Colás y ligeramente retranqueada con respecto a ella, se levanta, en el extremo norte del pueblo, Casa Falón, que sería el edificio más alterado del núcleo de la aldea. Consta de cuadra (adosada directamente a la de Casa Colás) y de vivienda de dos plantas cuyos vanos están muy reformados. Justo delante de la cuadra se hizo un tendejón de ladrillo en la segunda mitad del siglo XX, que está parcialmente arruinado.

Frente a la vivienda se levanta la panera correspondiente, en la que llama la atención su alargada planta (de modo que la panera apoya sobre ocho pegoyos), la escasa altura de las colondras y las diferencias de talla y conservación entre las mismas, y los apoyos de ladrillo situados bajo los pegoyos, integrados en un cierre inferior de obra mixta (piedra y ladrillo). Según los habitantes del pueblo, originariamente era un hórreo que se amplió hasta convertirlo en la panera actual a mediados del siglo XX. De tal afirmación se puede deducir fácilmente que el hórreo anterior a la reforma era bastante antiguo, con colondras anchas y cortas, y contaría tal vez con un corredor que, si bien no tan antiguo como el hórreo, podría fecharse hacia el siglo XVIII. De este modo, del desaparecido hórreo deben procerder aquelas colondras más anchas, bastas y afectadas por la carcoma, y los balaustres de madera torneada de la fachada trasera. De la reforma del siglo XX proceden la subidoria de cemento, los apoyos de ladrillo, las colondras más estrechas, de talla más pulida y menos deterioradas, y el mandil del corredor delantero; además, parece que se retiraron las bases de los pegoyos del hórreo primitivo, que se sostienen directamente sobre los apoyos de ladrillo, pero aún puede observarse una base integrada en la esquina noroccidental del cierre inferior de mampostería. En cualquier caso, se aprecia la voluntad de los autores de la reforma de aprovechar e integrar las colondras del hórreo viejo, y de ahí que las colondras nuevas se adaptaran a la altura de las viejas, siendo inusualmente cortas para una panera del siglo XX.
Cabe advertir que de los pegoyos traseros se ha reaprovechado como muela una antigua "piedra de colada" o coladera, circular y perfectamente cajeada para encajar la tina de madera para lavar la ropa, teniendo un considerable valor etnográfico. Se ha colocado de manera invertida y con el pico vertedor roto.

Fuera de la casa se aprecia también el pozo, con la clásica bomba metálica de palanca.


Con respecto a Ca Viña, se sitúa exenta en el extremo sur del núcleo de la aldea, justo detrás de los hórreos de Casa Colás. El conjunto consiste nuevamente en una vivienda con cuadra adosada y una panera en frente.

La vivienda consta de un piso bajo cuya simétrica fachada, con vanos alargados y antepechos de metal, apunta a una construcción de finales del siglo XIX o comienzos del XX. El piso superior es ya claramente obra de la segunda mitad del XX y puede estar sustituyendo una antigua buhardilla.

La panera parece una obra mixta, resultante de una adaptación parcial a los materiales constructivos del siglo XX, pues ofrece pegoyos de piedra, estructura de madera y relleno de ladrillo, y ya con ventanas abiertas junto a la puerta. De todos modos, su proporcionada silueta no desentona en absoluto con el ambiente.


Entre las construcciones más recientes de Truyés cabe señalar las dos casas edificadas por las dos ramas familiares de los herederos de Casa Colás. Una de ellas se sitúa a la entrada del núcleo del pueblo, justo detrás del hórreo más occidental de la propia casería de Casa Colás y por encima de Ca Viña. Se trata de un típico edificio de la década de 1970, sin interés desde el punto de vista etnográfico pero bien integrado en la trama del pueblo. La construcción se sitúa sobre un talud: en la parte más elevada se levanta la vivienda, orientada hacia la carretera, mientras que en la más baja, orientada hacia el este, se localiza la cuadra.

La otra construcción, iniciada hacia 1980 y no concluida todavía pese a estar habitada, tiene apariencia de chalet de dos plantas. Se asocia a una nave situada en la misma parcela y destinada a usos ganaderos.


Finalmente, merece destacarse el abrevadero y el lavadero actualmente ocultos en el bosquecillo del Tayu la Fonte.

El abrevadero se sitúa casi en el nacimiento mismo del manantial que da lugar al regato de Truyés, y conserva una pequeña presa casi a ras de suelo hecha con delgadas e irregulares lajas de piedra. A la misma altura del abrevadero salía un canal artificial excavado en tierra que suministraba agua al lavadero.

El lavadero ofrece un contorno rectangular, dejando una superficie interior de 1’15 x 1’85 m. y está construido enteramente en sillares de piedra (de 0’35 m. de anchura) que dejan en sus costados este y norte huecos que sirven respectivamente para meter el agua y para desagüe, mientras que en los costados sur y este se rematan los sillares en plano inclinado para facilitar el trabajo de las lavanderas. La construcción no presenta indicios de haber tenido estructuras de cubierta, seguramente porque los árboles proporcionaban la suficiente sombra y cobijo. Aunque no conocemos referencias bibliográficas sobre esta construcción, creemos que dentro de su tipología es una de las de construcción más rústica y menos reformadas del concejo, al no presentar, a diferencia de muchos otros casos, fábrica mixta de cemento y ladrillo. Suponemos que el lavadero de Truyés dejó de utilizarse en la segunda mitad del siglo XX, cuando se construyeron lavaderos particulares de cemento en el exterior de cada una de las casas de Truyés.

Recientemente, las obras de desbroce de la empresa constructora que ha tomado posesión de los terrenos ha dejado visible el lavadero sin tocarlo de momento, pero tememos su destrucción al no haber un plan definido sobre la conservación del mismo.

##DESCRIPCIÓN DEL ENTORNO

Según hemos visto, tal vez desde época romana, y ya con seguridad al menos desde el siglo XIV, Truyés contaba con unos términos definidos que ya le conferían personalidad como núcleo de población individualizado. Todavía hoy, gracias al parcelario y a la microtoponimia, es posible reconstruir esos términos y el proceso de confirguración del terrazgo de la aldea. De este modo, el primitivo terrazgo debió constituir un anillo que circundaba la aldea por el sur, este y noroeste, formado por los parajes de la Tierra Grande, la Tierra Pequeña, el Tayu la Fonte, y Cierrupan. En los márgenes orientales de dicho anillo se localizan los terrenos de prado, de los cuales los principales se conocen como llosas, existiendo dos: la Llosa Vieya, que sería la más antigua, situada al sureste, y la llamada Roza la Llosa, cuyo topónimo indica una ampliación del terrazgo mediante rozas, situada al este; otro topónimo que indicaría antiguas tierras sin roturar sería Los Bravos, localizado en cambio justo al norte del pueblo. Por otra parte, hay un grupo pequeño de topónimos (Los Cantos, Las Canteras, El Barreo, Les Güelgues, Prao Reondo) que dejan de aludir a la actividad agraria para centrarse en determinadas condiciones físicas del terreno.


De este modo el pequeño y estrecho rellano en que se asienta la aldea y su camino principal constituye el punto central en torno al que se organizan los usos del suelo, funcionando a modo de eje (prolongado hacia el suroeste por el propio camino de acceso). Esta centralidad nos hace suponer la escasa movilidad del caserío, que siempre debió ubicarse donde está hoy, con una agrupación de tipo concentrado para aprovechar al máximo el terrazgo de cara al cultivo.

Justo hacia el este, entre el pueblo y el regato, se extienden las tierras de cultivo más fértiles. Como sucede en la sociedad campesina tradicional asturiana, la "tierra" por antonomasia es aquella que se ara y se cultiva de modo intensivo para cosechar cereal (antiguamente escanda y después maíz), legumbres (principalmente fabes) o patatas, productos con los que se alimentaba la familia campesina y con los que se pagaban las rentas. Así, en Truyés tenemos las llamadas Tierra Grande y Tierra Pequeña.

La Tierra Grande abarca la principal y mayor parte del terrazgo cultivado, y se sitúa al sureste del pueblo, muy cerca del caserío. Está formada por una serie de longueras, parcelas estrechas, alargadas y sin cerrar cuya configuración tiene su razón de ser en facilitar el trabajo del arado, de modo que éste tuviera que dar pocas vueltas y que en cada reccorrido recto se aprovechase al máximo el trabajo trazando surcos lo más largos posible. Por otra parte, la disposición a lo largo de la pendiente suponía cierta igualdad de condiciones físicas y de inclinación entre todas las parcelas. Hacia el oeste, la Tierra Grande se prolonga en una serie de parcelas más pequeñas situadas justo bajo las casas del pueblo.

La Tierra Pequeña abarca un sector justo al este del pueblo y al norte de la Tierra Grande, y está formada por una serie de parcelas más irregulares pero más adaptadas al sentido de la pendiente, formando pequeños aterrazamientos. En la más baja se disponen algunos castaños muy podados.

Una prolongación de la Tierra Grande hacia el suroeste sería el Tayu la Fonte, en torno al nacimiento del regato de Truyés. Los tayos son parcelas de cultivo pequeñas normalmente resultantes de la división de otras menores. En cuanto a la Fonte, es la que alimentaba el abrevadero y el lavadero del pueblo, ya descritos en el apartado anterior.
El Cierrupan se sitúa al noroeste de Truyés, justo sobre la entrada del pueblo. Se trata de un terrazgo organizado de modo muy similar a la Tierra Grande, con varias longueras dispuestas igualmente a lo largo de la pendiente y articuladas al norte del camino de acceso al pueblo. El topónimo, en su origen compuesto, apunta a una antigua especialización en el cultivo de cereales (pan, en documentos antiguos, se refiere también a cualquier cereal plantado, siendo posibles expresiones como "segar los panes" o "cosechar el pan") y al expreso cierre de las parcelas para impedir el paso del ganado, al modo de las herías.

En la zona de Truyés hay dos grandes parcelas conocidas como llosa. Según las distintas zonas de Asturias, este vocablo puede aludir tanto a tierras de labor como a prados, si bien es posible que en realidad se trate, en general, de antiguas tierras de labor convertidas en prados ya en tiempos remotos. Suele tratarse además de parcelas de contornos más o menos irregulares y de cierta extensión, delimitadas por cierres, y en este sentido tal es el caso de Truyés, donde ambas llosas se dedican al menos desde hace mucho tiempo a prados. La Roza Vieya tiene una clara connotación cronológica, indicando una mayor antigüedad seguramente con respecto a la segunda llosa, conocida como La Roza la Llosa, topónimo cuyo primer elemento, roza, alude precisamente a una ampliación del terrazgo preexistente a través del desbroce de un antiguo bosque.
Otro topónimo que apunta a una expansión tardía del terrazgo privimitivo es El Bravo o Los Bravos, al norte del pueblo y contiguo a Cierrupan. En su sentido originario, bravo es aquel terreno sin cultivar y normalmente ocupado por el matorral o monte bajo, o también aquel terreno que ha dejado de serlo recientemente, manteniendo así la memoria de su estado inmediatamente anterior. Así pues, Los Bravos de Truyés son actualmente una serie de prados de tamaño considerable y disposición irregular, donde se habrían borrado prácticamente todo el matorral originario salvo en las sebes de los linderos.

Como sabemos, El Barreo y Las Canteras son dos resaltes gemelos que constituyen la culminación de la loma de Truyés. Aunque se trata de un terreno de suelos poco profundos, el topónimo El Barreo podría aludir a los barrizales superficiales que se forman debido a la abundancia de manantiales en puntos bastante cercanos a la cumbre, en tanto que Las Canteras se refiere a la tradición según la cual de allí se extrajo piedra para la construcción del pueblo. Por otra parte, la ladera noroeste del Barreo, con vista hacia Llaranes y La Reguera, se conoce como Los Cantos o El Canto, alusivo a la abundancia de cantos rodados.

Más allá de El Barreo, hacia Favila, se hallan Les Güelgues, topónimo claramente alusivo a barrizales y zonas pantanosas debido a la riqueza y superficialidad de los mantos freáticos.

El terrazgo más próximo a Truyés se completa con una serie de grandes prados alineados a los lados del camino que va a La Estrada y que en su mayor parte eran propiedad de vecinos de Llaranes. Por un estrecho camino que salía hacia el oeste bajaba a la llanada de La Toba, justo al sur de Llaranes, a la Fuente Marcos (1888), donde se daba de beber al ganado.

En la vertiente de la loma hacia Trasona, siguiendo el regato de Truyés, cabe indicar que, en su curso medio, es alimentado por la fuente de la Lladreda, que parece ser un manantial natural que sale de una cárcava en la orilla izquierda y que se asocia, ya en el regato, a un pozo natural en el curso del mismo. Este manantial es el más reseñado por los vecinos del pueblo, que nos narraron la anédota de que un ingeniero de la azucarera de Villalegre (establecimiento fabril que funcionó entre 1898-1906), enviaba todos los días a un criado a traerle agua de la dicha fuente por considerarla como la mejor de la zona de Villalegre, Llaranes y Truyés. Son también conocidas las propiedades térmicas de la fuente, pues a ella acudían en invierno las mujeres de Truyés para lavar la ropa allí, dado que el agua salía más templada.

Al otro lado del regato, hacia la carretera La Estrada-Overo, se localiza el paraje de Las Morianas, cuyo topónimo, como ya hemos indicado anteriormente, puede tener interés arqueológico.

Y otro topónimo registrado sería el Prao Reondo, asimismo localizado próximo a Overo pero al norte del regato de Truyés.

#CONCLUSIÓN

Una recientísima publicación ha contribuido, en sus páginas finales, a difundir el espíritu de la reciente legislación del Principado de Asturias sobre los asentamientos rurales. De este modo, Rivas Andina dice [36]:

"La Ley del Principado de Asturias 3/2002, de 19 de abril, de régimen del suelo y ordenación urbanística, reconoce los núcleos rurales como un elemento fundamental y específico del campo asturiano, exigiendo su ordenación en el planeamiento municipal de manera que queden preservados sus especiales valores en cuanto exponenetes de asentamientos tradicionales imbricados racionalmente en el medio rural asturiano. Actualmente se está realizando la catalogación de esos núcleos para su clasificación y establecimiento de los diversos niveles de protección, de acuerdo al marco de criterios, requisitos y condiciones ya hecho público (BOPA 4-VI-2003).

La Ley del Principado de Asturias 1/2001, de 6 de marzo, de Patrimonio Cultural, continúa la tendencia de sus predecesoras en cuanto a superar el primitivo concepto del aptrimonio histórico y monumental, para definir un concepto más global de cultura, que integra todas las manifestaciones materiales o inmateriales de un pueblo. Se define un régimen especial para el patrimonio etnográfico, protegido no aisladamente, sino reconociendo la fuerte interrelación entre el medio natural, la actividad humana y la cultura tradicional".

Atendiendo a las leyes mencionadas y teniendo en cuenta la alteración del medio rural corverano en el último medio siglo por la caótica irradiación de los poblados y núcleos desarrollados a partir de la instalación de ENSIDESA y otras industrias semejantes, consideramos que Truyés es una de las aldeas que, en su conjunto, tal y como preveen las leyes antes mencionadas, conservan de manera más pura su carácter de asentamiento rural, con una ancestral relación hombre-medio patente en el parcelario y en la microtoponimia. Se trata además de un pueblo con orígenes muy antiguos, documentado desde la Edad Media pero con raíces anteriores que alcanzan a la época romana, y con indicios de ocupación incluso anteriores (cultura castreña, material lítico del Paleolítico Inferior...). Y si hemos de destacar algún elemento etnográfico singular, indicaremos sin duda la pareja de hórreos unidos, solución poco frecuente en este tipo de arquitecturas, o la pureza arquitectónica del pequeño lavadero del Tayu la Fonte. Por otra parte, pese a su escaso potencial demográfico, se trata asimismo de un pueblo que continúa vivo, pues persisten dos familias con ganado vacuno y que siembran, como antiguamente, maíz y patatas.

Pero la aldea de Truyés, sus dos mil años de historia, y su modo de vida tradicional se hallan amenazados de repente por una iniciativa empresarial que supondría borrar del nomenclátor y de la faz del concejo de Corvera. Un hotel y una urbanización de chalets no reúnen la suficiente utilidad social como para justificar la muerte del pueblo a través de las expropiaciones que están en curso. Con semejante proyecto, morirá un pueblo y perderemos nombres tan entrañables como Casa Colás, Ca Viña y Casa Falón, y otros, como la Tierra Grande, Cierrupan o Los Bravos, que definen la secular organización del espacio entre el regato de Truyés y la cima de su loma, perderán igualmente su sentido. Proseguirá la dislocación (o mejor, la supresión directa) del medio rural tradicional en Corvera, así como de la maltratada memoria colectiva del concejo. Finalmente, con la desaparición de Truyés y en lo que a Corvera se refiere, el acertado espíritu de la legislación del Principado quedaría tan sólo en una manifestación de buenas intenciones.

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