L’horru o el éxito a lo largo de la historia

Gerardo DÍAZ QUIRÓS

Como se ha tenido ocasión de leer ya en esta serie que piensa esencias y presencias del hórreo asturiano, el granero elevado ajustado al sistema pilar/losa horizontal, es un modelo ampliamente difundido por el mundo y a lo largo del tiempo. Sin abandonar la cornisa cantábrica se dan variantes tipológicas que van desde el conocido hórreo pétreo gallego al garaixe vasco o el hórreo navarro (y con variantes en cada uno de ellos).

Artículo puesto en línea el 21 de junio de 2007
última modificación el 5 de agosto de 2021

por Prenseru

21/06/2007 - Nº 1675 www.lne.es

NUEVA QUINTANA

L’horru o el éxito a lo largo de la historia

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isaac rubio

Gerardo DÍAZ QUIRÓS

Como se ha tenido ocasión de leer ya en esta serie que piensa esencias y presencias del hórreo asturiano, el granero elevado ajustado al sistema pilar/losa horizontal, es un modelo ampliamente difundido por el mundo y a lo largo del tiempo. Sin abandonar la cornisa cantábrica se dan variantes tipológicas que van desde el conocido hórreo pétreo gallego al garaixe vasco o el hórreo navarro (y con variantes en cada uno de ellos).

Centrados ya en el territorio asturiano, la revisión documental presentada por el doctor González Calle en el artículo anterior permite ejemplificar la variedad estructural y material que se esconde durante siglos en la voz hórreo e incluso seguir la incorporación, modificación o alteración de algunas de sus piezas más relevantes.
Estaba el hórreo, pero aún no l’horru; estaba la esencia, pero aún no había cristalizado la presencia del hórreo asturiano.

Cuestión de invento

Doblemente cabría hablar del hórreo como invento en tanto que «algo nuevo o no conocido», porque hablar de la historia del hórreo lleva a hablar de la historia de su historia y de su historiografía. El estudio sistemático del hórreo iniciado en los años ochenta del siglo XX por un puñado de investigadores -Juaco López, Armando Graña y Mara Herrero; Florencio Cobo, Miguel Cores y Matilde Zarracina- hizo posible una aproximación certera a su historia. La aparición de fechas y nombres de carpinteros, la riqueza de las decoraciones y, sobre todo, un trabajo de campo minucioso y metódico permitieron una lectura absolutamente nueva. Unos y otros ejercieron además un magisterio a través de sus publicaciones que en las décadas siguientes habría de redundar en meritorios trabajos de áreas geográficas concretas: goteo esforzado para suplir la ausencia inexplicable y sonrojante de un proyecto de investigación sobre el hórreo asturiano abordado con carácter institucional.

Juaco López y Armando Graña fueron los primeros en hablar del hórreo asturiano como un invento, como creación madura de algún taller o cuadrilla de carpinteros del centro de Asturias en torno a la segunda mitad del siglo XV, si bien las fechas más antiguas localizadas pertenecen a la primera década del XVI. Con rapidez arraigará en esa zona central y se extenderá hacia el Oriente, penetrando más lentamente hacia el Occidente. Ellos mismos lo reinventaron al descubrirlo así para unos asturianos que lo habían mirado con la indiferencia de lo próximo o lo cotidiano.

Calidad de diseño

Recogiendo la larga herencia anterior de graneros elevados y la experiencia del comportamiento de técnicas y materiales diversos a lo largo del medievo -lo que no supone una evolución-, se configura el hórreo de cámara de base cuadrada y estructura de tablazón dispuesto en vertical y ensamblado con almilla y regadura que a su vez encaja en dos cuadros de vigas y con esquinales de una pieza. Se eleva sobre pies troncocónicos rematados por una pieza horizontal y se cubre a cuatro aguas de forma apiramidada, variando el material de cubierta según zonas y posibilidades.

La necesidad de una estructura eficaz para la conservación del grano encuentra su satisfacción plena en un modelo concreto y es esta calidad de diseño la que explica la rápida difusión y la pervivencia en lo sustancial durante los siglos siguientes. La historia del hórreo asturiano es, pues, la historia de un éxito.

Firmeza, versatilidad

Un conocido texto de Jovellanos subraya sus cualidades: «Dígame Vd. ahora si conoce sobre la tierra un edificio tan sencillo, tan barato y tan bien ideado; un edificio que sirva a un mismo tiempo de granero, despensa, dormitorio, colmenar y palomar, sin embargo tan pequeño; un edificio que reúna las mejores cualidades que pueden apetecerse para cada uno de estos usos y, en fin, un edificio en que la forma, la materia, la composición y descomposición, la firmeza, la movilidad, sean tan admirables como sus usos; y entonces me disculpará de que haya empleado en un objeto tan sencillo tantas reflexiones».

El hórreo es una lección de carpintería que, sorprendentemente, no ha sido reivindicada en la medida de sus posibilidades -en el contexto de una Asturias que al menos hasta fecha reciente parece no haber sido consciente de su larga y fecunda experiencia en el trabajo de la madera- como referente de calidad. El despiece y la estructura de montaje del hórreo están llenos de racionalidad y de experiencia, de conocimiento de los materiales y del medio. Nada hay más elocuente respecto a la firmeza del hórreo que los miles de ejemplares conservados y las estampas de su muerte.

Tardan los hórreos en entregarse; sufren la vejez, la indolencia o el abandono sin rendirse fácilmente, encorvándose, echándose, pero resistiendo siempre más de lo imaginable gracias al abrazo intenso de cada una de sus piezas. Ensambles y cajas, espigas, más de treinta tipos distintos de tornosÉ según dicen.

Y esta misma estructura al servicio de la movilidad, pensada para un montaje y desmontaje no traumático. Es posible pensar en un centro productor de hórreos del que, al menos en un primer momento, partiesen carros con las piezas desarmadas para ir poblando Asturias del nuevo invento. Aún queda quien recuerda magnos traslados, fruto de compras, de dotes y de herencias. El hórreo como bien mueble, como arca, como garantía de propiedad para un campesinado colono que siquiera como posibilidad no olvidaba que podía verse obligado un día a abandonar la casería.

Reflexionar respecto a su versatilidad resulta esencial para arbitrar una política seria de conservación y para la propia dignidad del hórreo. Saber qué fue exactamente ofrecerá ideas sin duda respecto a lo que puede o debe seguir siendo.

Perfecto o imperfecto

Convertir en fracaso la historia de un éxito supone elevar al cubo -nunca mejor dicho en el caso del hórreo- ese fracaso. El éxito o el fracaso del hórreo se juega en muchos frentes; entre otros que irán siendo objeto de atención en estas mismas páginas tiene abierto aún el de su conocimiento pleno, extremo especialmente grave si se tiene en cuenta que para muchos hórreos la única salvación posible es la que se deriva de su estudio y documentación. A pesar del tiempo perdido y de la terca realidad, subrayemos hoy vinculadas al hórreo y como vía para el futuro, junto a palabras como arquitectura o carpintería, diseño e invento. Ya que resulta tan difícil hacer del hórreo en pie patrimonio cultural más allá de la letra, de la ley o del deseo, que el hórreo teorizado sirva de estímulo a la creación. Subrayemos -quizá para conjurar tantos fracasos- que el hórreo fue éxito.