Tradición restaurada

Ramón González es constructor de hórreos y paneras. Lleva toda una vida colocando pegoyos y encajando maderas para mantener viva la llama de la arquitectura tradicional asturiana. La familia de Ramón González lleva más de 100 años cortando las maderas de castaño y roble para construir y restaurar los hórreos y paneras de toda Asturias. «Mi güelo y mi padre ya se dedicaban a esto. Ya tengo rehabilitados horreos que había construido mi güelo», explica González. Toda una familia comprometida con la construcción asturiana por excelencia.

Artículo puesto en línea el 6 de marzo de 2007

por Prenseru

06/03/2007 - Nº 1568
www.lne.es

Tradición restaurada

Ramón González pertenece a una familia que lleva más de 100 años construyendo hórreos y paneras

Ramón González, sentado en el hórreo ubicado en la casa de la familia Álvarez, en La Rozona.

illán garcía

Ramón González es constructor de hórreos y paneras. Lleva toda una vida colocando pegoyos y encajando maderas para mantener viva la llama de la arquitectura tradicional asturiana. La familia de Ramón González lleva más de 100 años cortando las maderas de castaño y roble para construir y restaurar los hórreos y paneras de toda Asturias. «Mi güelo y mi padre ya se dedicaban a esto. Ya tengo rehabilitados horreos que había construido mi güelo», explica González. Toda una familia comprometida con la construcción asturiana por excelencia.

La demanda de los hórreos es muy amplia en toda la región. González dice que si, por ejemplo, alguien le encarga una obra de restauración ahora mismo, tiene que empezar a desarollarla por lo menos en mayo del próximo año.

Normalmente las personas interesadas en restaurar los hórreos «ye porque les tienen cariño, y no quieren que caigan». «En las aldeas siguen manteniendo el uso tradicional para guardar la cosecha», asegura el constructor.

Pero, según González, hay muy poca gente preparada para ejercer esta labor. «Sólo somos media docena los que hacemos las cosas como tienen que ser; hay veces que las restauraciones se hacen por hacer, es como si mandas al mismo mozo que te haga un avión, va hacerlo, pero habrá que ver cómo está. Las cosas no se pueden hacer por hacer, hay que saber», dice.

Ramón González reivindica que para este tipo de obras haya un supervisor que diga cómo se tiene que hacer la obra. «Se están haciendo las cosas mal. Se necesita una escuela taller donde realmente se aprenda a rehabilitar y construir horreos y paneras», indica González.
El constructor comienza la obra en su taller: monta el hórreo en una explanada que tiene al lado del garaje y marca cada una de las piezas con un número para después colocarlas. Desmonta la construcción y la deposita en un camión de alquiler para transportarla a su futura ubicación. «Mi padre ya tenía un taller en casa», señala González. Ramón ha construido infinitos hórreos desde que era muy joven y nunca se hizo uno para él. «La verdad es que tengo muchas ganas de tener uno para mí, pero de momento no tengo sitio para ponerlo. Ando detrás de una casa en Arlós», comenta ilusionado González.
Ramón mantiene la estructura tradicional de estas construcciones, «como se hacía hace 400 años, con el menor número de puntas posibles».
La situación actual de los hórreos en Asturias «no es buena. Ponen cuatro tejas y mal, y encima cobran la subvención como si lo hicieran bien», explica González.
Por otro lado, la arquitectura tradicional se está perdiendo poco a poco. Las construcciones se dejan de lado por la «desidia» de los propietarios o porque los contratistas que «expropian terrenos no respetan la arquitectura tradicional». «No se puede permitir que quemen una panera en Los Campos, y que en Truyés hagan un campo de golf, en vez de mirar por lo tradicional. Derribaron dos hórreos con corredor y una panera y no les importó nada», manifiesta indignado el constructor.

Estos días Ramón González está construyendo un hórreo «como tiene que ser» en la casa de Joaquín Álvarez y su familia en La Rozona (Los Campos). En el porche de la casa con unas vistas de impresión, el propietario ha decidido que ése era un lugar propicio para la ubicación de la arquitectura tradicional. «A la mujer le prestaba colgar unes cebollines del hórreo», manifestó el propietario.